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Visión del mundo – criterio propio vs. estereotipos

Visión del mundo – criterio propio vs. estereotipos

¿Cómo se forman ideas sobre el entorno? ¿Sabemos discriminar entre imágenes auténticas y falsificadas? ¿Cómo percibimos a los demás? Con el criterio propio basado en un análisis interno, lógico y validado o dando por verdaderas conclusiones rápidas y descuidadas. El primero implica un esfuerzo cognitivo e involucra los sentidos, mientras que el segundo es automático, no verificado y basado en un cálculo probabilístico realizado por nuestro cerebro. En su dimensión, es un constructo moldeable que se ajusta a las características del entorno, con una serie de procesos automáticos incorporados que le permiten optimizar recursos a la hora de percibir estímulos externos. Se trata de esquemas mentales predefinidos que facilitan el procesamiento rápido de la información, permitiendo atribuir características predeterminadas a situaciones y personas mediante la identificación de patrones 1. Es un mecanismo útil y necesario para la gestión de todos los estímulos excesivos y a menudo repetitivos, pero también supone un problema cuando recurrimos demasiado a estos atajos mentales porque influyen en interpretaciones sesgadas del entorno y de manera indirecta llevan a conclusiones erróneas y generalizaciones que no se apoyan en hechos contrastados 2. Es una casuística recurrente por varios motivos como rutinas diarias, prisas, falta de tiempo, cansancio físico y mental, egocentrismo, así como carencias en la inteligencia emocional. En el ritmo frenético de vida se atiende a lo más imprescindible, no necesariamente lo más importante, mientras que el resto funciona con el llamado piloto automático. Reflexionar lleva su tiempo mientras que el cerebro todo lo puede inventar. Por tanto, existe una percepción del mundo, pero cada vez más inconsciente y en este estado involuntario las personas no se diferencian mucho de los objetos insensibles y fácilmente manipulables.

En realidad, sería inviable atender a todos los estímulos del entorno y en parte la inteligencia humana consiste en saber discriminarlos acorde con preferencias e intereses personales. Posiblemente en la vida diaria tampoco su puede dedicar tanto tiempo a la reflexión ni practicar constantemente la atención plena como los monjes, aunque es preciso considerarlo de vez en cuando. Sin embargo, quizás deberíamos hacer un esfuerzo mayor siempre cuando se trata de realizar juicios sobre otras personas para responder a la demanda de inclusión social, en lugar de extender el catálogo de imágenes estereotipadas provocando el efecto opuesto. Esa fina táctica cerebral es necesaria para automatizar el funcionamiento más básico, rudimentario, sirve de apoyo como si fuese un IA interno, sin embargo, los automatismos que facilitan la vida tienen efectos secundarios e idealmente necesitan una intervención de un medio consciente que aporta valores superiores a las materias. La inclinación natural del ser humano hacia evitar el esfuerzo (dolor) y facilitarse la vida (placer) resulta tentadora, pero hay que tener en cuenta que el desequilibrio extremo tiene sus respectivas consecuencias. Por un lado, convierte al cerebro en un órgano vago que sin esfuerzo alguno va disminuyendo su capacidad, volviéndose progresivamente más débil y susceptible a factores externos. Si siempre se depende del GPS para orientarse, ante una situación crítica su ausencia reducirá significativamente las probabilidades de supervivencia. Por otro, esas predicciones simplicistas pueden generar prejuicios sin fundamento, confiando en exceso en algoritmos preestablecidos no contrastados con la realidad, que a menudo derivan en etiquetas injustas y perjudiciales, estigmatizando a quienes menos lo merecen. A nadie le gustaría exponerse ante un juicio que basa su sentencia en el cálculo probabilístico, comparando el pasado versus el presente donde se encaja de casualidad dentro de un patrón determinado, siendo un trabajo superficial que, sin embargo, proporciona suficientes indicios para que el público lo de por válido. La justicia requiere hechos comprobados y demostrables para identificar el culpable, por lo contrario, puede resultar fuertemente destructivo para los implicados. Lo mismo ocurre en las relaciones sociales en todas las etapas del ciclo vital.

En el ámbito de la salud mental, la dignidad de las personas que enfrentan trastornos mentales graves y desafiantes se ve seriamente afectada por los mismos mecanismos. Además de enfrentarse a su frágil estado de salud, sufren principalmente por el rechazo social, impulsado por una percepción equivocada sobre su peligrosidad. La idea general ya está creada, generada con facilidad con una serie de proyecciones cinematográficas con cargas emocionales de refuerzo extendidas en la sociedad. Lo que cuesta es invertirlo, y usar la creatividad para que la realidad despierte el mismo interés que una imagen impactante. Las adicciones, que son una manifestación común de trastornos mentales, suelen ser fuertemente estigmatizadas por la sociedad. La creencia reduccionista se origina a menudo en la falta de comprensión de esa condición, que mientras no se sienta en primera persona, se opta por catalogar los adictos como débiles o responsables de su situación. ¿Quién se pregunta qué tipo de dolor y sufrimiento le empuja a una persona a buscar alivio en las sustancias? Es una de las afectaciones más devastadoras e incomprendidas, cargada de prejuicios y discriminación, por lo que resulta tremendamente difícil superar una adición. Esta percepción social negativa es una potente inyección de culpa en las personas dependientes que les conduce a la exclusión, el aislamiento y, finalmente, a una muerte en soledad, un destino que ninguna persona elige libremente. Es una sistemática que va en contra de cualquier política de inclusión social, mientras que la exclusión tiene un precio extremadamente alto, en particular para la salud pública.

Los automatismos mentales son elementos subconscientes que no se controlan, pero si existen personas que saben manejarlos a la perfección, ya que forman parte de un conocimiento psicológico generalizado. Por tanto, cuanto más nos guiemos por ese criterio, no solo perjudicamos a los demás, pero también más expuestos estamos a quienes saben utilizarlo para sus fines. En este preciso caso adopta forma de una herramienta perfecta de manipulación, que deja de lado el verdadero potencial individual de las personas. Las manipulaciones basadas en los estereotipos están presentes desde siempre en el espacio público que puede crear una visión del mundo a su absoluto gusto, generando tanto héroes como villanos, sin fundamentos firmes, pero con imágenes que al público le bastan para formar ideas. En los países democráticos existen sistemas de control, aunque a veces cuestionables, que mantienen cierta ética en la información divulgada. Sin embargo, en muchas otras regiones, es un sistema de control sobre la ciudadanía que usa este medio como el único conector con el mundo y tiene la visión limitada a todo lo que transmite. Lamentablemente, en su versión más radical suele fundamentarse en una doctrina que divide a la sociedad en buenos y malos, fomentando sentimientos de odio, rencor y venganza. Asimismo, algunos videntes autoproclamados poseen cierto manejo de constructos psicológicos y saben que los patrones aprendidos se replican siendo la vía más familiar, más impregnada y difícil de romper dado que los cambios exigen mucho mientras que la mente es vaga por naturaleza. Esas maniobras tienen sus consecuentes, refuerzan esa estructura existente y por tanto dan cierta validez a las visiones futuristas mayormente falsas, pero basta con creerlas para marcar la dirección de las decisiones. Es un peligro considerable, ya que quienes buscan este tipo de ayuda se encuentran en un momento de gran vulnerabilidad y anhelan apoyo. Si en su lugar reciben una reafirmación de sus miedos, quedan expuestos a una situación verdaderamente grave. Desafortunadamente, esa táctica de manipular los constructos inconscientes se ha ido extendiendo en la sociedad y es observable en las relaciones interpersonales. Es una herramienta básica de las personas etiquetadas con narcisismo y/o una infame nomenclatura de tóxicas que han aprendido a nadar en este mundo subterráneo, pues quizás la realidad les ha venido demasiado cruel. Lo cierto es que su forma de emplear los estereotipos para alterar la percepción de los demás posee un gran potencial destructivo. La película Gone Girl (Pérdida) de David Fincher, basada en la novela homónima de G.Flynn 3, hace reflexionar sobre cómo los automatismos mentales pueden ser manipulados y utilizados con efectos devastadores. A través de esa trama, se muestra cómo se emplean los mecanismos psicológicos estandarizados para distorsionar la realidad y destruir la vida de una persona. Es una narrativa muy drástica pero no muy alejada de los relatos conmovedores de las personas que han experimentado un abuso psicológico, donde el agresor se suele disfrazar de víctima inocente que consigue recibir todo el apoyo de una sociedad empática, o tal vez egocentrista y emocionalmente inmadura.

Existe un estado mental en el cual las visiones del mundo personalizadas, aunque subjetivas, no tienen ese impacto tan marcado sobre el entorno. Es un estado de consciencia cognitiva, donde la percepción va acompañada de los sentidos, la atención sabe discriminar entre una avalancha de información de todo tipo, y la toma de decisiones y el juicio propio no están alterados por una sobrecarga emocional descontrolada.  La pérdida de sentidos es característica de trastornos mentales en los que la realidad está distorsionada, similar a las alucinaciones, donde todo parece confuso y es difícil diferenciar entre un hecho y una mentira, o entre el bien y el mal. La pérdida de la conciencia es un momento de despersonalización, un punto muerto en el que las funciones cognitivas adjuntas están anestesiadas. Finalmente, la inteligencia emocional es una asignatura imprescindible que en la actualidad cobra la importancia de un escudo protector frente al abuso psicológico tan extendido. El cerebro percibe el mundo como si fuera una bola de cristal que puede generar proyecciones de futuro basadas en patrones evolutivos, siendo un procesos automático e inconsciente. Sin embargo, no es una mera máquina que procesa información porque cuenta con un medio consciente que valida todo ese cálculo probabilístico con los cambios constantes del entorno. El ser humano está dotado de la inteligencia que, en este contexto, es la capacidad de seleccionar lo más relevante empleando criterios personales basados en el aprendizaje previo y observación para formar opiniones propias más acertadas y tomar decisiones acordes. Si se confía en el poder individual, este reside en parte en esa capacidad de desarrollar perspectivas individuales que se comparten libremente, con respecto marcado hacia una visión distinta o incluso opuesta. En este sentido, es importante subrayar que esto no ocurre desde una postura egocéntrica, que se limita a sus propias creencias y se aferra en la verdad absoluta. Lejos de ser ideas únicas y originales, refuerzan y dan mayor validez a los estereotipos. El hecho de funcionar en exceso con el piloto automático resulta perjudicial para la sociedad entera porque la manipulación cobra más fuerza, y las barreras de la justicia se hacen cada vez más finas. Asimismo, el poder individual es un derecho a la vez que privilegio que simplemente no existe en muchos países del mundo donde priman el miedo y las preocupaciones más básicas.

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Referencias

  1. De Lange, F. P., M. Heilbron y P. Kok. «How Do Expectations Shape Perception?» Trends in Cognitive Sciences 22.9 (2018): 764-779. ↩︎
  2. Peña, M. J. T. y M. A. De la Poza. «Similitudes y diferencias entre actitudes, estereotipos y prejuicios sociales.» Avances de Investigación en Salud a lo Largo del Ciclo Vital 71 (2016): 77-91. ↩︎
  3. Gone Girl. De G. Flynn. Dir. D. Fincher. 2014. ↩︎

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